Piedra de Río

Deseo llegar a ser flexible como el agua que se adapta a la cuenca del río, la que a su vez moldea y define en cada instante.

O ser la piedra del río, que casi imperceptible a nuestros sentidos, se moja y se seca una y otra vez por miles de años, evolucionando a su modo, agitándose por las corrientes de quien la albergue, expandiéndose o contrayéndose por los cambios de temperaturas de un día en particular o por el transcurrir caprichoso de las estaciones, vibrando por el sol y la luna, la visita de un cometa, la alineación de los astros, su entorno energético más cercano y claro, siempre estamos nosotros, los seres humanos, para sorprenderla con algo inesperado.

Mientras estoy sentada con el agua hasta más arriba de las caderas en el río Cochiguaz, que corre frío y lleno de energía renovadora, siento las piedras en mis piernas, las tomo, las observo, las aprecio, las quiero y las dejo ir, pero mi espíritu no y viaja con una de ellas.

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