Papá, feliz nueva vida

Discurso de despedida paraJuan Elías Grandón Inda (06.01.1936 al 07.04.2023).

Música de fondo: https://spotify.link/Py3mwn2cTyb

Pucha que fue difícil escribir el discurso en honor a nuestro papá anoche mientras estábamos todos los hermanitos Grandón Yáñez, hablando al mismo tiempo, diciendo cosas divertidas, incoherencias, recordando anécdotas triste y divertidas,  riéndonos de tonteras, recibiendo las llamadas de los primos y además degustando el regalo de un tremendo botellón de tequila mexicano para ensalzar la reunión…estoy segura que nunca nos enseñaron o aprendimos a respetar turnos.

Nuestro papá nació en 1936, bajo el nombre de Juan Elías Grandón Inda en el Puerto de San Vicente. Fue el 4to hijo de una familia compuesta por María Elena Inda y Mariano del Tránsito Grandón, quienes tuvieron en total de 9 hijos: 7 hombres y 2 mujeres.

Machistas todos!

A mi papá a los 9 años le tocó la difícil tarea de ir a buscar corriendo al doctor del barrio para que atendiera a su padre que tuvo un ataque cardiaco y falleció por eso. Que difícil experiencia debe haber sido eso para él y toda su familia. Desde ese momento, su hermanos mayores pasaron a ser sus padres y no obstante esa experiencia, siempre nos contó que su vida fue de aventuras al aire libre, de correr riesgos, de hacer travesuras, de resolver problemas con creatividad, de sobrevivencia y alegría. Los Grandón Inda siempre fueron y han sido orgullosos de ser los Grandón y como no, siempre fuero y han sido una familia muy unida, ligada al mar, a la compañía de bomberos de la zona, al futbol, etc. Y así hoy seguimos unidos por el whatsapp los primos de las generaciones siguientes.

Pero Grandón Juan desde niño fue un arriesgado aventurero, nos contó que fue el mejor preparador de gallos de pelea, que con la plata de juntó o en una apuesta le compró una casa a la abuelita Elena, que lo mandaron a Santiago a estudiar con los tíos Inda, pero como mucho no estudió y más trabajó la abuelita lo mandó a buscar, a esa altura ya había aprendido mucho de caballos. Y bueno vivió muchas otras historias como una de las más importantes para nosotros, que se obsesionó cuando vio a mi mamá y por 6 meses trabajó en la conquista sin cesar, hasta que se casó con ella en 1957 con solo 21 años.

De esa unión nacieron 4 hijos: Juan Eliseo Eduardo, Patricio Elías, Sofía Elena y María Isabel Paloma, 8 nietos y 5 bisnietos. Después de algunos años, cuando ya tenían a sus dos primeros hijos, decidieron emigrar de la región del Bio Bio a Santiago.

Siempre fuimos una familia buena para comer y decíamos que nuestro papá era Juan Mara y nuestra mamá Isabel Bunta, la familia MaraBunta. Y por muchos años nuestros viejos hablaron en jerigonza(cio) pensando que entendíamos nada ….y éramos expertos.

Juan Elias Grandón Inda fue siempre un hombre LOCO en TODO el sentido de la palabra, como trabajador fue un hombre ordenado, madrugador, estricto, responsable y fanático. Llegó dirigir grandes obras de ingeniería a nivel nacional sin haber tenido los estudios de rigor pero si la experiencia y la creatividad, para ganarse su espacio en ese mundo, pero también le gustaban los san viernes con los compañeros de trabajo. Hernán Briones (que después fue el presidente de la SOFOFA), por su liderazgo con los trabajadores lo envió a estudiar a la PUC de Santiago para gremialista y aprobó con distinción.

Tuvo siempre buenos trabajos y por ello le tocó viajar por todo el norte de Chile y la Zona Central, a veces en familia a veces solo. Adoraba el Norte y sus Colores, veía belleza en donde mi mamá solo veía sequía y por eso nunca le dio la pasad para comprar una parcelita en San Pedro de Atacama. Hoy estaríamos seguramente viviendo otra vida.

Como persona y tal como nosotros los conocimos, era bueno para contar historias, hacendoso en la casa, arregla todo, mecánico, electricista, gásfiter, lo que le pidieran, súper bueno para las artes manuales, buen amigo, buen vecino, trabajador, agradecido, humilde y bondadoso, lector de noticias y de geografía – le encantaban los atlas-, pero no era perfecto, también era curioso, intruso, quería saberlo todo, seco para ponerle sobre nombres a todo el mundo y por sobre todo porfiado como él solo.

Nunca nos obligó a ir a misa los domingo mientras mi mamá intentaba convencernos a toda costa. Obviamente ahí mi papá se llevaba todos los puntos. Y sobre Dios nos enseñó que su existencia se reflejaba en toda manifestación de la naturaleza y que también podíamos encontrarlo de la manera más inesperada y en cualquier momento, abriendo una biblia en una página al azar e incluso en los mensajes de la radio. Aun así era devoto de la virgen y le gustaba leer los Atalaya de los Testigos de Jehová.

En nuestra casa en la Villa Santa Adela los asados y los mariscales los fines de semana eran seguidos, no faltaba la excusa y Juan Grandón con todos los hombres en el patio alrededor de la parrilla, contando chistes subidos de tono, tomando vino sin restricciones, mientras las mujeres dentro de la casa escuchábamos las tremendas carcajadas de risa y nos encargábamos de preparar las papas cocidas (somos sureños), las ensaladas, vestir la mesa y conversar cosas aburridas. Luego nos sentábamos todos a la mesa a comer y en la sobremesa, venían la canciones, Juan Grandón el tenor, todos escuchando o acompañando en el canto, riéndonos y compartiendo historias. Como cuando regresó del Norte a Santiago, sin conseguir pega por lo que tuvo que ir cantando por distintos locales para juntar la plata del pasaje de regreso .

Pero con los años mi papá empezó a cantar un poco menos y con más esfuerzo a ponerse más mañoso y más porfiado y al final de la sobremesa se quedaba dormido en la silla ….el tiempo no perdona a nadie.

Bueno, seguramente, por esas reuniones debe ser que sus hijas les salieron rebeldes, autosuficientes, y con ganas de estar en el asado contando los chistes jajajajaja y mis hermanos buscaron a sus parejas con el mismo perfil. Pucha que la sufrió con eso mi papá. No quería que aprendiéramos a manejar, ni que compráramos un balón de gas porque era peligroso, las mujeres no debíamos hacer muchas cosas, era como un prevencionista de riesgos obsesivo al cubo y perseguido peor aún. El machismo y la liberación femenina enfrentados ya desde los 70´s y en la vida real. Y nuestra mamá por su parte tampoco lo hacía nada mal jugando a dos bandos aunque su naturaleza era ser de las nuestras – una guerrera.

Cada uno de nosotros sus hijos vivimos distintas experiencias de vida en relación a nuestro papá, pero el común denominador fue que cuando fuimos grandes siempre nos apoyó en todo lo que estuvo a su alcance, sin condiciones. Aun cuando inconscientemente le dimos a él y a nuestra mamá la gran pena de abandonar el nido y tomar rumbos diversos hacia distintos destinos, pero pasados unos años empezaron a llegar de visita o a vivir con ellos los nietos.

Por nuestra parte, nuestra niñez no fue perfecta, Juan Grandón en sus locuras nos hizo pasar vergüenzas, se extralimitaba retándonos, restringiéndonos y nos dio palizas y nos hizo pasar momentos difíciles en su creencia de que hacía lo correcto. Claro casi siempre apoyado por mi mamá que creía que el garrote era la manera de enderezar a los árboles.

Pero entendemos que fue su experiencia de vida la que repitió en nuestras vidas y ahora que somos todos padres sabemos que no existen padres perfectos y que con amor el árbol también se endereza suavecito y aun así todos queremos y vamos a extrañar mucho a nuestro padre por todo lo bueno que nos enseño.

 Estas son las muchas herencias que nos dejó y que integramos felices a nuestras vidas, porque así vive también a través de nosotros:

Nos enseñó a apreciar la naturaleza, a disfrutar de la vida, a ser un buen hijo, porque nunca dejó de preocuparse y de enviarle su mesada a su mamá-nuestra abuelita-, a ser un buen hermano, siempre preocupado por el bienestar de sus hermanos menores y de sus familias, nos dio el ejemplo de súper marido pues siempre idolatró a mi mamá y llegó a abandonar su propia vida por cuidarla después de que ella tuvo un ACV y luego cancer. Ya en esos años estaban viviendo solos y mi papá jubilado.

Nos enseñó a ser responsables, creativos, inventivos, locos alegres, buenos para el hueveo (perdonando el chilenismo), a apreciar y disfrutar la música, a leer el mercurio los días domingo , como acampar a la antigua – directo en la naturaleza-, lo entretenido de recorrer lugares desconocidos y de vivir aventuras, como hacernos y ser buenos amigos, a ser valientes y saber pelear a los combos (eso se lo enseñaba a todos los hombres obviamente). Pero por sobre todo, nos enseñó a ser agradecidos por todo lo que la vida nos daba.

Por todo lo anterior y porque ya le tocó partir hacia su nueva vida, hoy nos despedimos con alegría de nuestro papá Juan Elias, Juan, Juanito, el Tata, el Tata Juan, el Tata Loco y lo bendecimos y honramos junto a todos nuestros ancestros y le agradecemos por todo lo bueno que vivimos junto el.

También estamos acá a nombre de nuestra mamá, compartió su vida con mi papá por más de 65 años de matrimonio, sanos, en la enfermedad, en las buenas y en las malas y en el último tiempo ambos con Alzheimer reconociéndose y no cada día. Eran tal para cual, orden y desorden, blanco y negro, locura y cordura, en fin, pero no quisimos traerla por el riesgo que podría generarle en su salud vivir esta experiencia.  

Finalmente, y para terminar este discurso, les agradecemos de todo corazón a todos y a cada uno de los que nos acompaña hoy y a los que nos han acompañado todos estos días y en estos últimos años desde cerca y a la distancia en el cuidado de los Tatas y comentarles que al cierre de este texto queda menos de ¼ del botellón de tequila de casi 2lts.

Con cariño sus hijos.

Más lejos que Reigolil

Vacaciones de invierno en Pucón y era el día de ir a las termas, hacía frío y estaba húmedo por la lluvia del día anterior. El sol escondido detrás de las nubes solo nos iluminaba y de calor, nada. Por tanto, nos levantamos a media mañana bien abrigados con varias capas y todos con sus gorros de lana bien puestos, desayunamos de manera contundente y alistamos nuestras mochilas para la aventura. El traje de baño, las chalas de agua y la toalla no podían faltar. Éramos dos adultos, dos adolescentes y dos niños.

El 4×4 estaba en su punto, la mochila de supervivencia y el cocaví con múltiples alternativas ya embarcado, los menores acomodados en la fila trasera y nosotros adelante con el papel blanco, largo y arrugado que señalaba nuestro destino: “Las Termas de Río Blanco”.

El día anterior con ese mismo papel en mano, el cual consistía en un listado de termas, Camilo y yo tomamos decisiones. Ambos deseábamos ir a unas termas naturales y no intervenidas, pero debimos revisar otros aspectos.

—¡Busquemos la más conveniente! —exclamé, siempre preocupada de las finanzas familiares.

—¡Y que tenga comida! —señaló Camilo. 

No sé porqué el sur de Chile produce tanto hambre y hace que todo sepa más rico.

Inmediatamente descartamos todas las termas tradicionales que ofrecían piscinas techadas con toboganes o quedaban demasiado cerca de Pucón. No nos ofrecían la experiencia que deseábamos.

Nos llamó la atención una que por su precio era demasiado barata, de no creer: “Termas Río Blanco: pozones naturales de aguas termales, almuerzo, teléfono celular 987654321, ubicación a 25 km de Reigolil.”

Llamamos varias veces para saber algo más del lugar, pero no logramos comunicarnos. Optamos por confiar. Si estaba en ese listado, era por algo.

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La crisis del chanchito de tierra

Perdiendo el equilibrio entre el ser y el deber ser

Llego a mi trabajo, me siento frente al computador y no sé qué hacer. Es como si todo estuviese listo y es un despropósito que yo esté ahí. Repaso temas en mi mente, pero mi imaginación es más fuerte y de aburrimiento visualizo un camino largo en un bosque, donde me encuentro cajitas cada ciertos metros conteniendo tareas pendientes de casi cero importancia. Solo verlas, me cansa. Entonces, continuo avanzando por ese largo camino de suelo blanco, árboles flacos con algunas hojas verde claro, como un ficus que orinó una de nuestras gatas y cayó en desgracia, mientras los rayos de sol que arremeten en la trama se encargan de iluminar e inmovilizarlo todo.

Alguna vez trabajar fue mi gran pasión y me sentí muy satisfecha de mis contribuciones. Durante ese tiempo, aprendí que en esa senda me acompañaron quienes se aprovecharon de mi falta de experiencia. Aparecieron también los que no logré entender y a los que no les agradé. Traté de no juzgar a nadie por filosofía y cuando supe de alguien que quiso dañarme, preferí no interesarme en ello. 

En contraposición, se hicieron presentes los que me agradecerán toda la vida el haber compartido mis conocimientos y tiempo para comprenderlos o al menos intentar empatizar con sus necesidades. El acompañar, guiar con paciencia, enseñar sin egoísmos y caminar, alcanzar y no alcanzar metas juntos, es algo que raramente se olvida.

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Son tantas las ideas…y pocas las publicaciones

Son tantas las ideas y los temas de los que quiero escribir, como si cada idea y su reflexión fuera una mariposa excepcional y única que visita mi jardín y no logro atrapar.

¿Pero cuanto tiempo dispongo para observarlas, correr tras ellas y capturarlas en mis publicaciones? Realmente muy poco.

Ahora por ejemplo, estoy en la consulta del dentista esperando que me atiendan con una novela turca de música de fondo. En otras oportunidades solo me quedo en el imaginario.

Tengo muchos borradores iniciados con temas que me inspiraron respecto de los cuales ya no siento lo mismo. Los comencé con un enfoque y los retomo con otro muy distinto que no me satisface. Dejan de tener sentido!

Es loco, porque las publicaciones que prosperan nacen redondas, de una, después solo hay que pulirlas y a veces ni eso.

Alzhaimer, padres, abuelos, adolescentes, niños, maridos, amigos, alcohol, drogas, sexo, rock and roll, espiritualidad, equilibrio, energía, sensaciones, armonizar, pensar, crear, pensar, existir, pensar, ser, cocrear, desapego, lo mato, la mato, lo quiero, la quiero, me voy, me quedo, te dije, hasta cuando, enojo, que rabia, que pena, que pasa, no entiendo, que siento, alegría, risas, bienestar, satisfacciones, paz, placer, salud, buenas energías, malas energías, predicciones, percepciones, hippismo, abrazo, más abrazos, más abrazos, se fueron, pero se quedaron, los quiero, nos quieren, nos cuidan, agradezco, cada día, volar , flotar, oler, saber, oir, disfrutar, medicarse no es sanarse, mejor dormir a pata suelta, mamá ya es de día, una sonrisa, dos sonrisas, tres sonrisas, cuatro sonrisas, cinco sonrisas, seis sonrisas y la mía…te amo, llegué a puerto, que alivio, que rico. El trabajo, las responsabilidades, me quiero quedar, pucha me quiero ir, estoy chata, no soy suficientemente buena!, siempre hay de quien aprender, que buena soy!, arar con los bueyes que tengo es el desafío de la vida misma, se me cae un ojo, me mareo y mi vida? …ah! mi vida….reiki, doc….nadie dijo que iba a ser fácil, más abrazos por favor, ya decidí no sufrir, sígueme, …..Om

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¿Acampemos? Recordando el agradecimiento

Anoche me levanté a las 5 de la madrugada a buscar un remedio que tenía en el auto. Me puse unas hawaianas, porque por alguna razón desconocida mis pantuflas no estaban y sobre el pijama, mi polerón Kido (https://goo.gl/images/DWR4dR) de esos que solo venden en Pucón – que son como ponerse una oveja encima.

Era de noche, el cielo estaba cubierto por la vaguada costera y el patio tenía ese olor a rocío sobre tierra y pasto tan característico de los campamentos por la noche. En dónde la carpa se humedece por fuera mientras uno dentro se siente protegido y abrigado.

Y en ese momento pasé de la noche a la mañana en mis recuerdos y recordé un té caliente que me sirvió Luis en un campamento de Hornopiren (https://g.co/kgs/jfLWxS) una mañana muy fría de verano sureño, con suelo de tierra y rio y paredes de rocío y hierba y el olor a madera quemada de la caldera del lugar que nos aprovisionaba de agua caliente.

Manos frías calentándose en la taza, un buen gorro de lana, calcetines y zapatos de invierno y al menos 3 capas protegiendo la integridad física de toda la familia. El olor característico a tierra húmeda, el aire puro que entra y enfría tu nariz y la pone roja, el sonido permanente del río, el sabor del agua hervida fuera de casa, el pan amasado, el queso y/o la mermelada de los alrededores en un comedor rústico, básico, equipado o improvisado, pero de campamento al fin y al cabo. Y todo sabe más rico que en casa y todo se agradece desde lo más profundo de nuestro ser.

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