Cada cierto tiempo pierdo el sentido de vivir, lo que sucede cada vez que dedico mucho tiempo al deber ser.
Despierto cada día de la semana con el único deseo de seguir durmiendo, con la angustia de perder el tiempo en la cama o en el trabajo, mientras la vida pasa. Y, ¿qué hago para remediarlo? ¡Nada! porque no soy capaz de poner la marcha en primera y echar a andar mi motor interno.
Es verano, los días están preciosos, no hace tanto calor en la costa y corre esa agradable brisa que no encontramos en Santiago, lo que debería animarme a salir, pero esta casa que me atrapa…
Tengo una bicicleta esperando a ser usada, un cuerpo hambriento de movimiento, sol y oxígeno, que se atrofia cada día que no se esfuerza. Tengo dinero para gastar en banalidades, amigos que me llaman y me invitan para que comparta con ellos y lo más importante de todo tengo una hija pequeña que me necesita activa y con deseos de vivir.
Pero nada logra sacarme de este “estado de luna”.
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