Llego a mi trabajo me siento frente al computador y no sé qué hacer. Es como si todo estuviese listo y es un despropósito que yo esté ahí. Repaso temas en mi mente, pero mi imaginación es más fuerte y de aburrimiento visualizo un camino largo en algo así como un bosque en donde me encuentro con cajitas cada ciertos metros con las tareas pendientes de casi cero importancia. Solo verlas, me cansa. Entonces, continuo avanzando por ese largo camino de suelo blanco, árboles flacos con algunas hojas verde claro,— como un ficus que orinó una de nuestras gatas y cayó en desgracia, mientras los rayos de sol que arremeten en la trama se encargan de iluminar todo de inmovilidad y aburrimiento.
Alguna vez trabajar fue mi gran pasión y me sentí muy satisfecha de mis contribuciones, también aprendí que siempre hay alguien que se aprovecha de tu nobleza y los que no te respetan, pero en contraposición los que te agradecerán toda la vida el haber compartido tus conocimientos y tu tiempo para comprender, o al menos intentarlo, acompañar, guiar con paciencia, enseñar sin egoísmos y caminar, alcanzar y no alcanzar metas juntos. También estarán los que por alguna razón inexplicable no te quieren y la gente rara, los menos afortunadamente, que trato de no juzgar por filosofía y porque jamás me he interesado por ellos, salvo que desee practicar la compasión o bien desahogarme lanzando unos garabatos al aire para después regresar a la culpa y de ahí a la compasión otra vez. Aunque, últimamente ya no siento mucha culpa por mandar a la mierda a alguien.
Rodeada de todos y de nadie, en ese entonces, sentía como mi sangre fluía llena de ganas y pasión por avanzar en la concreción de proyectos, mejorar la eficacia, la eficiencia, eliminar papeles, ayudar a otros, gestionar apoyando y acompañando, deseosa siempre de aprender y aplicar cosas nuevas, sintiendo la presión a todo gas y disfrutándola. Uff que droga más potente, rica y autodestructiva es tu propia adrenalina.
Y por eso mismo, hoy no quiero volver a esos tiempos, porque de alguna manera me drogué tanto, que olvidé quien era y hoy me gusta ser libre, estar conmigo misma, con quienes quiero, en paz, cuando quiero, sin molestias, sin celos, sin apegos, sin compromisos, solo por el amor primero. Pero aun así paso 9 horas diarias en una caja de 2 x 2 que me alberga y a la vez me ahoga.
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